martes, 11 de septiembre de 2018

Luces y sombras más allá del arco iris






Después de estar tanto tiempo conviviendo con un homosexual, uno aprende que la vida establecida, tal y como nos la han enseñado nuestros padres, es toda una farsa y una mentira.
Germán mismo, mi compañero de piso, ha tenido que superar barreras ideológicas y sociales para llegar a ser la persona que realmente era. Pero no por eso está mejor. Quiero decir, los homosexuales (y también los transexuales, que son cosas distintas pero con muchos puntos en común) han tenido que romper un tabú de nuestra sociedad tan catolizada. A todos nos han criado para ser hetero. Debes casarte con alguien de sexo contrario al tuyo, tener hijos y permanecer juntos y unidos por el resto de tus días. Eso ha llevado a que la amplia mayoría de personas hayan tenido hijos a temprana edad (aunque a muchos no les gusten los niños), que se hayan casado con personas que realmente no quieren y que no hayan disfrutado de la única vida que tenemos. Es muy fácil culpar a la religión y a la sociedad de ello, pero los homosexuales y los transexuales nos han enseñado la valiosa lección de romper con lo establecido para ser tu mismo.

Claro que ello conlleva superar también el probable trauma que va a suponer llegar a ese punto de toma de contacto de quién eres realmente. Y ahí es donde veo que está el problema actual. Por fortuna vivimos momentos de grandes progresos en materia homosexualidad (en transexualidad no tanto). Para la amplia mayoría de personas, es una “nueva” herramienta que tienen entre manos. Aún a día de hoy, más de 10 años después de la maravillosa ley del matrimonio igualitario, carecemos de modelos sociales y está todo muy verde.

La libertad sexual a la que han llegado los gays (entiéndase “gay” como adjetivo que se ha usado siempre para denominar a los homosexuales, hombres y mujeres) es una herramienta que aún no se sabe utilizar. ¡Viva el sexo! no es nada malo. Pero como todo, es un problema si no sabe usarse.

Los homosexuales tienen un fácil acceso al sexo, tanto, que las relaciones suelen estar condenadas o al fracaso o a la perenne amenaza de los posibles y probables cuernos tarde o temprano. Con esto no quiero decir que el 100% de los homosexuales se dedican a tener relaciones fuera de la pareja y sin consentimiento de la misma, pero si un muy alto porcentaje (imposible calcular).

Concretando en el mundo de los hombres (el de las mujeres va por los mismo derroteros pero con sutiles diferencias) las parejas no suelen funcionar. Es muy sencillo chasquear los dedos y tener a alguien detrás tuyo. Las redes sociales, los chats y las aplicaciones de móvil sirven en bandeja esa arma que es el sexo y que aún poca gente sabe usarla de un modo correcto y no destructivo.

Muchos buscan sexo, otros buscan aumentar su autoestima poniendo en riesgo sus relaciones y faltando al respeto a sus parejas ligando por chats u otros medios (aún sin pretender nada físico).

Puedo comprobar que esto se ha normalizado y se ha convertido en norma social. Pero también se pueden contar con los dedos de una mano los que lo tienen tan claro cual Samantha de “Sexo en Nueva York”. Todos quieren pareja estable, pero sin soltar la libertad sexual o la afición del ligoteo. Y ninguno quiere que su pareja haga lo mismo que él. Al final, todos se sienten vacíos en algún momento de sus vidas.


Las parejas gays están condenadas al fracaso si no se tienen las cosas claras. Hay muchos modelos de pareja a los que los hetero no hemos llegado aún. Pueden ser parejas cerradas, parejas abiertas (introduciendo a un tercero en sus juegos amorosos) o sólo amigos que conviven, tienen sexo de vez en cuando, pero son libres de irse con otros (estos se confunden siempre con ser pareja abierta, pero no se dan cuenta ni ellos que sólo son amigos). Entre estas opciones hay matices y grises, no es todo blanco o negro. Todo ideal, todo perfecto, sólo si se dejan claras las normas desde el principio, cosa que no pasa en el mundo gay. Así como la falta de autoestima, también flojea mucho la sinceridad, ausente en gran parte de los casos.

El juego del amor y del sexo es sucio en el mundo gay, mi teoría es que es debido a ese trauma que han tenido que superar rompiendo esas barreras sociales y religiosas que comentaba al principio. Pocos lo han superado de manera natural. Y los que han conseguido llegar, andan muy perdidos sin saber cómo manejar la nueva libertad adquirida.

miércoles, 22 de agosto de 2018

Infancia perdida



Nunca pensé que tener mascota en casa diera tanto trabajo creativo. Este pájaro no hace más que reclamar atención, me sigue a todas partes, incluso cuando me meto en la ducha o voy a hacer aguas mayores. Es tan pesado que me siento cual cámara de televisión con un Mocito Feliz persiguiéndome. Así que para tenerlo entretenido he de sacar lo mejor de mi limitada creatividad.
Como experimento ornitológico probé a ponerle delante de la televisión, pero el bicho era inmune a su efecto hipnótico que si funciona, en cambio, con los niños. Aunque no es del todo así. Resulta que los programas infantiles de los 80 sí surten efecto en él. Curiosamente se queda como en estado catatónico cuando le pongo “La bola de cristal”. ¡Milagro! Lolo Rico creó un producto digno de asignatura universitaria.

Hice pruebas como si esto fuera el Waku-waku y le puse a los Teletubbies. Creo que ningún libro científico puede relatar de manera fidedigna el escándalo de un pingüino alterado. ¿Alguien sabía lo agresivos que son estos pájaros del ártico? Pasé miedo. Me da que Tinky Winky, Dipsy, Lala y Poo pueden darse por muertos como Lupe les vuelva a ver. Quizás sea porque en el fondo parecen pingüinos obesos y de colores.

Después del altercado Teletubbiero, decidí dejarle un rato con Alaska y la Bruja Avería. Reconozco que me quedé viéndolo yo también, y el programa que hace lista a la caja tonta me dio que pensar.
Es indudable la capacidad que tienen los medios de alterar el curso de las cosas. El poder de atracción de la tele es más grande que el del cine y es capaz de protagonizar el recuerdo colectivo de las personas. La gran mayoría al echar la mirada atrás, recordamos enseguida la televisión. Programas, concursos, dibujos animados, series, telenovelas y hasta los anuncios. Somos capaces hasta de recordar qué días de la semana y a qué hora emitían series que nos tenían enganchados horas y horas.

Como en todo, el consumo de televisión “evoluciona” y hoy en día ya nada tiene que ver con lo que fue en su día. Esa pasión que demostraban los profesionales del medio se ha perdido para ser meros trabajadores en una cadena de producción, como sin alma y sin contenido real. Las series han perdido frescura y espontaneidad. Los presentadores parecen que cantan y se han quedado sin personalidad. Los periodistas son meros panfleteros que se limitan a leer las noticias que les redactan desde los altos poderes que manejan el presupuesto del canal en concreto.

La televisión tiene un poder de educación que no debería poseer, pero por desgracia es así. El “todo vale por la audiencia” aumenta temporada a temporada, hasta el insultarte como persona y tratarte como idiota. Lo hacen y te lo dicen a la cara y seguimos enganchados a esos insultos.

Los niños no se escapan a ello. Algunos canales públicos (recalco, pagados por todos) no han dudado en gastar millones de euros en producir contenidos capaces de adoctrinar a la población (no diré ejemplos claros, eso lo dejo para otra ocasión) y no hacemos nada para evitarlo.

En la España de los años 80 y principios de los 90, los ritmos televisivos más sosegados nos hacían disfrutar de Cabeceras para cada serie con canciones o melodías reconocibles por todos. Los niños nos juntábamos y cantábamos aquello del “soy un gnooomoo, y aquí en el bosque soy feliiiz” o cosas como “Dragones y mazmorras, un mundo infernaaal” (curioso, pero son canciones más modernas y mejor producidas que la suma de todas las canciones actuales dentro del panorama musical español, otra crítica que expondré en otra ocasión).

Esa era la infancia que los mass-media nos ofrecieron a los afortunados que nacimos en esos tiempos. Aunque la televisión no tiene toda la culpa,  también está la industria del entretenimiento que se nutre de esos programas infantiles o dibujos animados para expandir sus tentáculos.

Los 10 años de hoy en día son tratados de otra forma. Mientras que a nosotros nos decían que éramos niños y como tales debíamos cantar cosas de niños y soñar en ser astronautas o veterinarios, ahora se les dice que con 10 años ya deberías tener novio/a, deberías perder la virginidad con Justin Bieber o enseñar cacha como Selena Gómez. No pienses, sólo céntrate en ser famoso. Con que cantes bien o tengas atractivo físico ya es suficiente para triunfar en la vida.

Algo me dice que Lupe es sensible a este tipo de influencias. Las pruebas continuaron. Su reacción frente a la serie “iCarly” fue de indiferencia. ¿Alguien la ha visto? Te dicen que el triunfo en la vida se mide en followers de tu canal de YouTube.

Con “Peppa Pig” pasó algo curioso. Vomitó el pescado que se acababa de comer. Enseguida lo quité y pareció recuperarse. Como si fuera un perrito, volvió a tragarse el trozo de pez muerto del suelo.

En cambio volvió a ser receptivo con “Alfred J. Kwak”. Curiosamente, una de las series más inteligentes que recuerdo de mi infancia. Aunque quizás se sintió identificado al ser el protagonista un patito y su padre un topo. Este tipo de relaciones interraciales son más necesarias en la tele.

¿Para cuándo un canal de TV con programación exclusiva de producciones de los 80? Tienen 10 años de emisión asegurada. ¿Puedo patentar la idea?

martes, 17 de julio de 2018

El humor limitado




De buena mañana me han dado el día... he de reconocer que hoy me levanté especialmente de mala sangre y con más veneno que nunca en mi lengua. Resulta que estaba atendiendo a una señora más gorrrrda que María Teresa Campos después de comerse el cuello de Jorge Javier Vázquez (así está la señora, desayunando un menú grande de BigMac (sí, trabajo en un McDonald's (¿es correcto usar paréntesis dentro de otros paréntesis?))) y al querer preguntarle sobre qué salsa quería para las patatas me pidió la de barbacoa sin dejarme acabar la pregunta.

-Vaya, la salsa favorita de Luis Bretón…

Vale, reconozco que mi sentido del humor tan negro no es algo digerible para cualquier paladar, la gente en general es fácilmente ofendible, pero me importa un coño.

La señora montó un drama que ni Chris Crocker defendiendo a Britney Spears. Incluso hizo llamar al encargado ¡será z*rr*! (“zorra”, para los que no entiendan los *). Menos mal que el restaurante estaba vacío a buenas horas de la morning, y aún así hasta los gitanos de la casa de en frente nos llamaron la atención por el escándalo. La mujer amenazó con denunciar a la empresa si no me despedían ipso facto.

Y digo yo, ¿tanta cafeína no es perjudicial para los gordos? Seguro que hace efecto con las grasas, excita el cerebro y vuelve violentos y amargaos a esa gentecilla.

Dónde están los límites del humor, le pregunté a Len nada más llegar a casa. A él no le pareció un chiste gracioso (cierto es que el pobre también es muy sosete, como la mayoría de los heteros).

Amoh a vé, por hacer ese chiste no he matado a nadie, ¿Qué a la señora de mi**rd* (mierda) la he ofendido? Oooh, pues mira, que no vea la tele ni lea periódicos ni escuche la radio ni mire internet ni hable con nadie en el mundo, porque la pobre irá de disgusto en disgusto. El humor está en el mismo plano que la moral.

¿Qué tiene de malo reírse de los muertos, de las desgracias ajenas (si te ríes de las propias ya eres de lo más admirable), de los desastres? ¿Quién decide de qué te debes reír y de qué no? ¿La iglesia?

Mi compañero me puso este tweet de alguien que él dice que le gusta mucho:
Y él pretendía que mis argumentos se refutaran (a ver, que la conversación dio más de sí, no fue un simple “lee esto y confórmate”).

Pero mis argumentos van más allá. De nuevo, ¿quién dice cuales son los límites del humor? Analicemos. Luis Bretón, un señor que lo más probable es que haya asesinado a sus dos hijos y luego los quemara. Vale, es algo malo, en eso no hay ningún tipo de discusión o duda. ¿Por qué bromear sobre ello hace que sea algo censurable? Qué pasa ¿Qué sea un hecho deleznable y criminal impide que hables con humor del tema? ¿Debemos permitir que alguien decida por nosotros lo que es moralmente aceptable y qué no? ¿Franco ha vuelto y no me he enterado?  Vaya, en serio que pensé que eso ya lo hacía la iglesia católica en España con sus incendiarios discursos que incitan al odio.

Está claro que los límites del humor están en la moral y en lo que socialmente esté permitido.  Nuestra sociedad actual es muy hipócrita y por culpa de años y años de la mierda de la iglesia (en general) tenemos infinitos tabúes y vivimos en una represión constante. (Así está la peña, más ida de la cabeza que Bisbal cuando escucha música heavy). Por eso aquí suena terrible hacer humor con los muertos, porque se les guarda un profundo respeto (exacerbado, la verdad) pero en otros tiempos no dudaban en hacerse fotos con los cadáveres, en Colombia los visten y los sacan a pasear (literal) y así un largo etcétera. Seguro que un chiste de un muerto en esas sociedades es gracioso, pero aquí es terrible.

¿Es malo hacer un chiste sobre un niño con síndrome de Down? Parece que sí, que son intocables y de esa enfermedad sólo hay que hablar como si fuera una maldición.

¿Es malo reírse sobre la acondroplasia? Resulta que si, por eso tuvieron que despedir a dos actores del Un, dos, tres porque hacían un papel humorístico en el programa y esos catetos no sabían que el humor tiene límites. Vaya capullos, menos mal que acabaron en la puta calle.

Al final Len hizo lo de siempre, mutis por el fondo. Como si me diera la razón como a los locos. ¡¡Pues me cago en su lupa jodida!! (¿mal chiste? Si, ¿cesurable? Y una puta mierda).
La historia de la señora acabó cuando le regalamos (a costa de mi bolsillo, maldita pariente de Falete) el menú y le regalos dos postres. ¡Dos! Mi encargado me dijo que procurara no hablar más que del tiempo que hace. Me tuve que morder la lengua cuando una chica me dijo: “Ufff, qué calor hace, esto parece un horno”.
En fin.. me quedo con esta reflexión:




miércoles, 2 de mayo de 2018

Habemus nominis


¡Llegó mi turno! Aquí Germán, el compi de piso de Len.
Estoy tan emocionado con el nuevo habitante de la casa que hasta puedo escuchar a Mercedes Milá anunciándolo en las promos de Telecinco como si de Gran Hermano se tratara.
A Mister Colin no le veo tan alegre. Es más comedido, pero en el fondo sé que está igual de contento.
Yo creo que fue iluminación de Santa Madonna de la Isla Bonita. Al menos yo no conozco a nadie que se haya encontrado una especie protegida en un contenedor, como si de un perro mil leches se tratara. ¿Qué es ilegal y un piso no es su hábitat natural? ¡Bah! Minucias. La Rowling no tiene ni zorra idea de literatura ni de escritura y es la mujer más rica del mundo por vender libros. ¡Minucias!
Después de un par de semanas decidimos por fin bautizarle. La búsqueda del nombre derivó en un debate sobre la corrección política tan venenosa y perjudicial que tenemos hoy en día.

En primer lugar he de decir que me siento fatal por la rotura de la Lupa. Len nunca me ha dicho nada, pero sé que le tenía mucho aprecio por ella. Así que intenté buscar un nombre que le rindiera homenaje.
Pensando pensando surgió el tema. Nuestro pingüinillo ¿es macho o hembra? Un amigo mío veterinario nos explicó que eso se ve comparando a los sujetos, si uno es más grande que el otro. Algo que nosotros no podemos hacer. Así que decidimos ponerle un nombre unisex.
La cosa derivó a la nueva, errónea y perjudicial manera de intentar feminizar nombres y adjetivos masculinos, inventando nuevos términos, que curiosamente, no se hace al contrario, o de neutralizarlos usando la @ o la x. De tan ridículo que es el tema, hasta me divierte. Es pa mearse vivo escuchando palabros como “miembra”, “presidenta” o “jóvena”, por no decir de usar el “nosotr@s/nosotrxs”.  ¡Jajaja! No puedo con la vida.

Mi queridísimo compi me dice que está de acuerdo conmigo (cosa rara) y no entiende por qué un Policía no debería ser Policío, o un juristo o un taxisto o un deportisto. El tema se pone serio de tanto en cuanto la gente que quiere un cambio en el lenguaje por considerarlo discriminatorio se escuda en el feminismo, manchando las aspiraciones reales feministas y buscando una supremacía sexual de un sexo frente al otro. O peor, cuando los medios de comunicación comienzan también a usar esos términos (ahora “presidenta” nos parece algo normal, cuando realmente “presidente” es una palabra neutra que se debe usar para ambos sexos).

En fin, la verdad, este tema me da tardes de risas con las mariflowers (mis amigüis del ambiente, en otra ocasión hablaré de ellos).

A lo que iba ¡que me desvió más de lo que estoy! El nombre. A mí siempre me ha gustado Guadalupe. Es así como muy de rancherita mexicana, con sus faldas al viento y  las trencitas. De pequeño jugaba con las amigas a cómo llamaríamos a nuestros hijos y yo lo tenía claro. Como a mis treinta pasados ya no me veo teniendo hijos (aunque nunca se sabe) haré uso de ese comodín. Viendo que el nombre es muy femenino y el pingu es indeterminado, lo reduje a Lupe, que queda muy nueva moda dialectal neutra y además suena a Lupa (a su vez, palabra femenina que debe ser erradicada porque discrimina a un sexo) y es un perfecto homenaje a la que se rompió.

De este modo quedó bautizade nuestrx queridx pingüine. ¡Qué ilu! Ya podemos gritarle cada vez que hace una de esas cacas tan raras… El próximo reto es enseñarle a dar la manita y a que traiga el periódico ¡siempre deseé un perrito que me lo trajera a la cama un domingo por la mañana!

Por cierto que he encontrado en el Mercadona unas pinturas para el pelo estupendas. En los carnavales mi pingüino será una increíble Sailor Moon, ya veréis.

Presiento que este bichillo va a ser más feliz que Jorge Javier Vázquez en el vestuario del Real Madrid. ^_^

martes, 10 de abril de 2018

La teoría del bebé



Llevamos una semana con el bicho y aunque ya estaba arrepentido de la decisión de quedárnoslo tan sólo una hora y tres cuartos después, estoy empezando a cogerle el gusto. Al principio se hacía complicado. No es legal tener un pingüino en casa así que me siento como si fuera un alemán con una familia de judíos escondida en el sótano de mi casa en plena guerra.

Todavía no hemos encontrado un nombre, pero algo se nos ocurrirá. A pesar de que los primeros problemas son el alimento y (sobretodo) cómo resolvemos sus fantástica forma de defecar (lo explicaré en otra ocasión), mis pensamientos se centraron en intentar averiguar el porqué de la absurda decisión de quedarnos con un pingüino en casa con todo lo que ello conlleva (sea ilegal o no).

Supongo que a Germán y a mí nos ha pasado algo similar a lo que les pasa a esos amigos a los que nunca les vi interesados por niños, o que incluso les ignoraban cuando andaba algún pequeño cerca y que llegados a una edad, de golpe, quieren ser padres.

Aclarar primero que Germán y yo no somos pareja. Esto, hoy en día, hay que dejarlo claro, porque he de reconocer que el hecho de tener un compañero de piso con más pluma que el propio pingüino, ha mermado sensiblemente mis posibilidades de conocer alguna chica. Eso lo trataré en otro momento también…

Mi teoría del “interés repentino en esas cosas que se llaman niños” se basa en cuatro factores: las normas sociales, el instinto primario más animal, el asentamiento de la vida y el miedo. Lo primero es lo que más pesa. La sociedad nos dice que debemos casarnos y tener hijos (cuánto daño ha hecho la religión y Disney). La tremenda mayoría de personas que se casan y tienen hijos realmente no quieren hacerlo, pero la falta de pensamiento crítico produce un comportamiento zombie y se mueven por inercia. Por eso, a los solterones como yo, nos tratan con una condescendencia nacida de la lástima que nos tienen, porque creen que no hemos conseguido aún nada en la vida.

El instinto animal de tener descendencia lo tenemos grabado en los genes, es verdad. Pero se puede modular perfectamente, como el instinto de caza. La inteligencia nos ha hecho racionalizar muchos instintos y podría ser clave para determinar el nivel de intelecto de cada uno. Por ejemplo, siempre pensé que los cazadores tienen una evolución cerebral más corta que alguien que usa la escopeta para disparar a platos volando. Uno aún sigue con mucho de “Homo erectus” y el otro ya es más de “Homo sapiens”.

Pero el factor más determinante y que condiciona hasta los que no siguen tanto las normas sociales, es el de la rutina. Ese es que el que creo que me hizo adoptar al pájaro que no vuela.

Cuando superas la treintena y tienes una vida más o menos establecida, esto es, un trabajo estable y vivienda (aunque sea un alquiler compartido y tengas que escuchar cómo fornica tu compañero en la habitación contigua) el tedio puede llegar irremediablemente como te descuides. Y esto es sencillo. Las amistades comienzan a cumplir con las normas sociales. Ya están casados y comienzan a reproducirse. Por tanto, su actividad se reduce básicamente a trabajar, comer y cambiar pañales. Tu teléfono deja de sonar y tus planes de fin de semana comienzan a reducirse a  leer libros y ver pelis encerrado en casa de viernes a domingo.
Sin darte cuenta, los momentos de aburrimiento son cada vez más comunes y tu cuerpo pide algo de acción. ¡Ahí está! ¡Ese es el momento! ¿Solución ideal? HIJOS. Involuntariamente, tu cerebro sabe que un hijo te obligará a estar activo el 100% del tiempo, tanto mental como corporalmente. ¿Aburrimiento? Ninguno.
Ese es el verdadero “Reloj biológico”.

A todo esto hay que sumarle otro factor importante: el miedo. Los 30 años son la transición en la que dejas la juventud y entras en la madurez. Comienzas a plantearte el resto de tu vida. Unos hijos te aportarán un apoyo en la vejez, en la enfermedad y en la soledad.

Aunque este último no creo que tuviera ninguna influencia en mi decisión con el pingüino, sí que me siento identificado con la situación de rutina y de caída en picado de la vida social. ¿Qué mejor chute de vida que tener un animal clandestino y raro en tu casa? ¡Mucho mejor que un bebé! Al menos el pájaro-aún-sin-nombre no llorará toda la madrugada.

Espero que esto no sea otro problema añadido en mi ya complicada situación sentimental.

Vaya… he abierto por un segundo la boca para respirar y me acabo de tragar una pluma. Por suerte después de un ataque de tos le ha expulsado. Creo que esto no pasa con los bebés. Voy a enjuagarme la boca con lejía.

martes, 3 de abril de 2018

Un paseo por los nombres del mundo. Parte I

No pretendo ser ni original ni innovar con artículos como este. Voy a hacer un pequeño compendio de poblaciones con nombres curiosos que he ido encontrando por esos mundos. Artículos como este, a miles hay por la red. Pero es mi blog y me lo f*ll* como quiero. Y como además no gano un duro, pos ale, el nardo me dice que lo haga. Para ello he investigado un poco, me he documentado e incluso he visitado alguna de estas poblaciones (las he visitado de pasada, no a propósito para escribir el artículo, que quede en cuenta).

Empezaré por el gran pueblo de Cornuda. Ubicado muy próximo a la más conocida ciudad de Venecia, esta población goza de bonitas iglesias, plazas y calles dignas de retratos fotográficos. Según dicen las malas lenguas, su nombre viene del latín y no tiene nada ver con lo que todos tenemos en mente, pero existe otra versión más verosímil (porque lo digo yo) que indica que el pueblo se llamó así debido a dos colinas que se asemejan a unos cuernos y están a los pies de la localidad. Todos sabemos que este pueblo es el retiro espiritual de la Reina Sofía, aquí ella se dedica a hacer charlas a las mujeres sobre el amor propio y el empoderamiento... el empoderamiento para aguantar carros y carretas y no hacer caso de habladurías y mamandurrias sobre tu matrimonio. ¡Qué sabe nadie!

 Aquí tenemos a la población más famosa de todas. Constante Trending Topic del Twitter. En boca de todos y en toda la boca. Hablamos de Zas. Pueblo popularizado en la serie de TV "Padre de familia" (ver en este vídeo uno de los habituales momentos en los que hablan de esta localidad), famoso allende los mares.  Lugar idóneo para pasar el día, comprando en su popular Supermercado Claudio o comiendo una apetitosa y típica pizza gallega en el restaurante Tívoli. ¿Quién no ha deseado llevarse un "Zas en toda la boca"?



Hablemos ahora de Turquía. Gran país donador de multitud de nombres geográficos interesantes. Al menos dos... Bueno, esta vez os hablaré de Konya. Es decir, voy en serio (por si dudabais), que no me refiero a ir de coña, es decir, que no quiero ser machisto y hablar de coños y coñas y coñxs. A ver, un momento, que no se me malinterprete, es cierto, este lugar existe y no voy caer en la gracieta de decir que sus habitantes son coñeros y coñeras. Joder, vale. Estoy cagado, no me mola el Erdogan y no vaya a ser que me investigue y me detenga... no... si, me mola, viva y vota (o no ¿pa qué?) a Erdogan, pero me mola no en plan insinuando que él sea gay o algo... mierda mierda mierda... hablaré de otra población...

Acabamos esta ruta turística, de momento, por el pueblo de Pechón, Cantabria. Qué podemos decir de este gran lugar, característico por sus pájaros, sus aceras y sus árboles. Incluso tiene casas con puertas. Ínclito pueblo que podría deber su nombre al famoso Hulk, que tenía un pechote enorme y verde. Aunque la fantasía popular lo atribuya a la visita que hizo Pamela Anderson al pueblo allá por el siglo XVIII. Importante al pasar por aquí hacerse las fotos enseñando pechote y compartirlo por Instagram, aunque si eres mujer lo más probable es que te lo censuren.

Pongo fin así a la primera entrega, sigo investigando y metiendo mi cabeza en toneladas de libros históricos para traer vericidad y objetividaz, como si fuera un periodista del ABC o de La Razón.

lunes, 12 de marzo de 2018

Un pingüino en mi salón


Mañana de Martes. El día amanece tranquilo. Después del desayuno y el aseo, salgo de casa camino al trabajo con una extraña sensación. Algo me dice que mi día será de esos que se quedan para siempre en la memoria, como cuando dejas de usar pañales o firmas tu condena hipoteca.

La jornada laboral transcurre sin contratiempos. Bueno, sin contar que hoy había otra manifestación en el trabajo exigiendo la compra de cápsulas Nespresso en lugar de las Hacendado. Parece ser que ya se han intoxicado dos personas. Estas protestas de cada vez son más violentas. La última vez le lanzaron al jefe un Nokia 3310 con ánimo de hacerle daño físico grave, pero se salvó cuando otro se lanzó a por el móvil marchándose a todo correr con él, parece ser que hay gente que aún les tiene mucho aprecio.

El caso es que llego a casa, mi santuario a pesar de ser un piso compartido, donde me relajo con mis lecturas y mis divagaciones. Mi pensamiento de la semana iba sobre el materialismo. La anterior semana encontré una caja con recuerdos de un viaje que realicé hacía ya nueve años. Me gustó rememorar situaciones y sitios mirando objetos materiales en lugar de fotos pero no podía evitar pensar que si hubiera un incendio perdería estos recuerdos y no es bueno aferrarse a nada material. Deberíamos aprender a estar contentos con lo que tenemos en lugar de querer más y más o acumular por acumular.

Pero es inevitable tenerle cariño y aprecio a un objeto inanimado, material y que no te aporta nada realmente, su valor es una impresión totalmente subjetiva.

Mi lupa, por ejemplo. Tengo una lupa que me regaló mi abuelo poco antes de fallecer. No es bonita, ni tiene un valor económico apreciable. Simplemente me fascina pensar que mi abuelo la usaba en su trabajo cotidiano. Desde entonces ha estado conmigo y le he dado mucho uso. Me gusta usarla para acercarme a otra realidad imperceptible a simple vista. Vale un mundo para mí.

De repente oigo un ruido que me hace regresar al mundo desde mis cavilaciones. Algo así como un pato que no sabe cantar. Yo estaba sentado en mi butaca, sin quitarme aún el abrigo aunque sí los zapatos (lo hago para relajarme, estoy cinco minutos hasta reaccionar de nuevo) y veo cruzar por la puerta un extraño ser blanco y negro. Mis ojos se abrieron tanto que comenzaban a replegarse sobre sí mismos. Me levanto y noto algo resbaladizo en mi pie... lo miro, una pequeña masa blanca muy alargada que desprende un fuerte olor a pescado podrido. Primer pensamiento material: Mis calcetines favoritos, a la basura que van a ir después de esto.

Sigo caminando descalzo y escucho el sonido de un objeto caer al suelo y estallando en pedazos. Corriendo me asomo y veo en el suelo trozos de lo que era un bonito jarrón chino, pero traído de la China de verdad y no del comercio de la esquina. Un bonito y especial recuerdo perdido. Material.

De golpe, ese canto de pato mareado de nuevo. Levanto la vista y veo a un pingüino subido encima de la silla de mi escritorio. Él también me está mirando a mí. Mi cerebro está totalmente inoperativo, incapaz de computar lo que ven mis ojos. El pingüino cambia su mirada a lo que hay encima del escritorio. Como si me leyera la mente, posa su vista en mi lupa, MI LU-PA.

Fue tan rápido que no aseguro que ocurriera exactamente así, pero mi sensación es que volvió a mirarme mientras yo arrancaba a correr a la velocidad del rayo desgarrando un gran y alargado “¡NOOO!”, el pingüino levantó sus alas y con una de ellas empujó mi preciada lupa al suelo.

Ahora mismo estoy con Germán, mi compañero de piso. Parece ser que se ha encontrado al pingüino en un contenedor (lo más normal del mundo) y ha pensado que era una fantástica idea el que lo tuviéramos de mascota. Nada más meterlo en casa, se fue a comprarle comida. En mi mano, la lupa con la óptica crujida. Aún se puede ver a través de ella, pero ahora además de aumentar la realidad y la trastoca a modo de caleidoscopio amplificador.

El pingüino me ha enseñado sin querer una gran lección y me ha resuelto el pequeño debate interno que tuve durante la semana. El materialismo nunca es bueno y hay que procurar hacer lo posible para desaferrarse de todo objeto y nunca dotarlos de más simbolismos del que puedan tener.

Quizás es por eso por lo que he accedido a la insensata idea de acoger a un pingüino como mascota. Germán se siente mal por lo de la lupa, pero yo no. Me he quitado un peso de encima. Y viéndolo de otro modo, ahora la dichosa lupa es más especial porque tiene otra historia que contar.

lunes, 5 de marzo de 2018

La lupa rota

De un tiempo a esta parte comencé a perder unas prácticas y costumbres para ganar otras diferentes. Las cosas cambian y evolucionan, a veces a mejor, a veces a peor. Y como la vida da vueltas y vueltas, ahora de nuevo intento retomar esas costumbres olvidadas que, cosas de la vida, tocaban el campo de lo creativo, como hacer fotos o escribir... pero me veo sentado delante de la pantalla y del teclado y mis dedos sencillamente no fluyen. Es como el tractor que ha estado en un rincón del cobertizo que se dejó el abuelo aparcado antes de fallecer y nadie más usó. Abandonado, polvoriento y oxidado. Y entonces decides arrancarlo. Pero no funciona, necesita una puesta a punto. Engrasar, limpiar, mover... Cuesta arrancar la maquinaria, volverla útil.

Así me siento. Me cuesta escribir, desarrollar una idea y lo peor, sacar a relucir un sarcasmo desahogador y curativo. 

Hace unos años preparé otro blog (además de este), compré un dominio de Internet y me curré un diseño web para publicar bajo dos seudónimos un relato por capítulos. La propuesta era mezclar mis pensamientos y cavilaciones con un relato de ficción. Su título fue "La lupa Rota". (por un tiempo, el dominio, www.laluparota.com fue mio). La intención era buena, pero la falta de motivación y diversas circunstancias hicieron que se quedara ahí, como si fuera parte del tractor. Así que creo que estaría bien aprovechar lo poquito que hice y obligarme a tener esto atendido y seguir el hilo donde lo dejé. 

La lupa rota trata sobre dos compañeros de piso. Uno, Len Colin, sensato y tranquilo y el otro, Germán, un poco locaza y dicharachero que ven rota su rutina cuando este último se encuentra en la basura a un pingüino y deciden adoptarlo de mascota.

Un amigo me preparó un boceto del diseño de personajes. Los dos compañeros de piso aparecen "apingüinizados" aún siendo humanos, pero era una forma de reflejar cómo sus vidas iban a cambiar a raíz de la adopción.

Así que en breve comenzaré a publicar y a forzarme y violarme a mi mismo para escribir y  ver si la mala baba y las musas me perdonan y deciden visitarme de vez en cuando. Todo es empezar.

martes, 20 de febrero de 2018

Esta cocina es un infierno

NOTA:
Allá por Julio de 2014 estaba relatando mis experiencias por las Australias. Por algún motivo se me quedaron descolgadas un par de historias que no llegué a publicar. Como ahora estoy con un propósito de intentar hacer el esfuerzo de tratar de procurar una pretendida prueba de retomar la escritura, revisaba este, mi blog abandonado, y rescato esta anacrónica historia como para empezar, asín, sin esforzarme tampoco. Sin más, dejo aquí el relato.

(Fecha original del post: 9 de Julio de 2014)
Friday night. He comprado huevos y una suerte de Jamón York para poder prepararme una tortilla. Me apetecía algo caliente. Aquí es costumbre cenar a las siete, así que como dice el dicho: allá donde fueras, haz lo que vieras. Esperé a esa hora sin merendar nada para abrir el apetito, entonces comencé a escuchar ruidos desde la cocina.

La verdad que no me apetecía que me vieran cocinar, será la falta de costumbre de tantos años viviendo solo en casa, una comodidad totalmente rota compartiendo piso con completos desconocidos.

Una hora después me animo a subir, pensando en dejar el tema tortilla para otro momento y hacerme sandwiches calientes. Al llegar arriba estaba mi compañero holandés con un amigo suyo al cual saludo brevemente y veo la cocina vacía así que aprovecho la ocasión. Decido hacerme la tortilla. Desconocía el alcance de esa decisión.

Preparo las cosas mientra hablo con Joost (el neerlandés) que me ofrece todo tipo de comida, no sé si ya se imaginó que aquello podría acabar en desastre o simplemente trataba de ser amable. Le veo sacar de nuevo su pizza congelada de la nevera (tengo la sospecha que sólo se alimenta de eso).

Busco una sartén y veo una mínimamente decente, quizás un poco grande, pero podrá servir. Como tiene un poco pinta de vieja, le pongo aceite de girasol, suficiente para llenar el fondo, pero no para hundir la tortilla. Enciendo el fuego y comienzo el proceso...

Algo extraño comienza a suceder cuando veo que le cuesta hacerse, no distingo que el fondo se vaya solidificando, así que le doy con la paleta un poco y upppss... ¡se ha pegado! ¡El aceite no ha servido de nada! Ya me imaginaba que la sartén no sería antiadherente, pero de eso a que fuera super-adherente ¡hay un mundo! Intento despegarla, con el consiguiente desastre, pero es que eso no es pegarse eso es superglue 3, 4 y hasta 10. El caso es que sigue sin hacerse y se comienza a pegar por donde ya había restos pegados! ¡Horror! ¡Pero qué invento es este! Aquello ya deja de ser tortilla, no es ni huevos revueltos, no es ni comida. Intento juntar los restos y no dejar de moverlo, pero sigue sin hacerse del todo. Cuando escucho a Joost acercarse a la cocina, rápidamente saco aquella masa y la meto entre dos rebanadas de pan de molde.

Como quien no quiere la cosa, comienzo a lavar esa sartén satánica y Joost me pregunta que si tengo novia en España... pobrecillo, no tiene gaydar, pero qué joputa, a saber si lo dice porque nota que mis habilidades culinarias dejan mucho que desear.

La sartén no se lava. Le rasco, la froto, uso baba de Alien y aquello no sale. ¡Me cago en sa puta! Eso si, está al rojo vivo, es decir, no ha cocinado la tortilla pero quema más que el cecinero de un bingo. Rasco y rasco, noto las miradas de Joost y su amigo, pero yo estoy dale que te pego.

Por fín consigo sacar aquello. Había más tortilla incrustada y formando parte de esa sartén, que en mi plato.

A Cthulhu pongo por testigo, que jamás volveré a usar esa maldita cosa.

Ahora voy a comer mi sandwich de huevos con jamón y queso.