martes, 9 de septiembre de 2014

Un día de excursión.

El viernes 29 fue mi último día de cole. Despedidas, fotos, etc y un último paseo por la ciudad en la que he pasado dos meses, una experiencia de vida.

Alquilé un coche para pasar el fin de semana en la costa. Mi primera vez conduciendo por la izquierda. Que si al señalizar con el intermitente activas el parabrisas, el coche calándose a cada rato, mirando por todo no vaya a ser que te metas en dirección contraria, intentando cambiar de marchas con la mano izquierda y todas esas cosas que tiene el conducir del otro lado. Esto es adrenalina y no saltar en paracaídas.

Después de cuatro horas en la carretera, cantando a plena voz, llego al destino (afónico del todo), un pueblo turístico que vive de excursiones para ver Ballenas y a la isla Fraser. Por desgracia para mi, no veré las ballenas, esta vez escogí visita a la isla de arena más grande del planeta que además tiene la única selva que crece en arena. Por eso es tan interesante. También conserva la última raza pura de Dingos, los perros australiacos salvajes. Por la isla corren a sus anchas, pero son peligrosos, porque pueden atacar. Se ve que en 2001 un par de ellos se jalaron a un niño de 9 años, entonces los vecinos pusieron el grito en el cielo y entre conservar una especie protegida y en peligro de extinción o matarlos a todos porque espantan al turismo que les da dinero adivinad por lo que optaron. Evidentemente escogieron lo segundo (¿subnormales? ¿alguien ha mencionado esa palabra?). Por fortuna se llegó a un 50-50. Mataron a bastantes, pero han dejado a muchos otros y han colocado infinidad de carteles con instrucciones al visitante.

La isla también sirvió de base aliada durante la 2ª guerra mundial, por lo que en alguna de sus playas aún se conservan restos.

Bien temprano por la mañana me dirijo al punto de recogida y llego en ferry a la isla. Parecía de película de Vietnam, una isla caribeña, aguas azules, y restos de la guerra diseminadas por la arena. Enseguida montamos en un autobús 4x4 (ni idea que eso existía!) y nos llevan por la isla hasta un lago interior maravillosamente transparente. Mucha crema solar (aquí el sol incide más de lo que nosotros estamos acostubrados y el bujero de la capa de ozono está próximo), cuatro foticos y vuelta al bus. La siguiente parada fue el magnífico bosque con un río. Pero tan transparente eran las aguas ¡que no parecía que llevaran agua!

Después recorrimos varios kilómetros por la playa. Inmensa y virgen. Peligrosa también, fuertes corrientes, tiburones, medusas y Dingos por la arena. Alguno llegamos a ver. Paramos a ver una maravilla. Un barco naufragado en 1935 adorna la playa dejando una estampa increíble. 


Hicimos un par de visitas más para bañarnos en uno de los ríos y ver formaciones de areniscas y volvimos de nuevo al ferry.

No pasó nada anecdótico, ni para bien ni para mal :P así ha quedado este artí-culo, sosillo.

En fin. En breve intentaré contar qué tal la aventura Prisilla en medio del desierto ;).

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