lunes, 30 de agosto de 2010

Diario de un explorador: La aventura de soñar.

Revisando mis diarios de viajes, mis escritos relatando las experiencias vividas en mis aventuras explorando nuevos rincones de nuestra Tierra, encontré una de las historias que más me marcaron, sobre a una tribu que desde el primer momento me resultaron curiosos y llamaron mi atención.
Pero lo que a priori sólo era curiosidad de explorador, poco a poco se convertiría en sorpresa y en algo que me iba a dar una gran y buena lección de vida.
Tengo que reconocer que desde siempre cometo el error de creer que pocas cosas me quedan por conocer para desenvolverme con soltura por este mundo. Que he vivido lo suficiente para pisar con seguridad por allá donde camino. Todo cambió a raíz de este viaje.
Y es que... ¿nunca te has imaginado subir a un escenario y deslumbrar a un público con tu arte? Ya sea cantando, tocando una guitarra, bailando, actuando...
¿Nunca has soñado con crear algo y sorprender a todo aquel que lo descubra, asombrarles, servirles de inspiración?
¿Nunca has pensado que ojalá un gesto tuyo fuera tan importante para cambiar el mundo o la vida de alguien?

Todos nos hemos imaginado eso, pero nos creemos que lo principal es tener los pies en la tierra y a veces, una idea, un sueño, directamente lo clasificamos como tal, algo que está en nuestra imaginación y que de ahí no pasará.

Eso es precisamente lo que me enseñaron.

En esa tribu, el carácter colaborativo era una actitud normal y muy común. En el tiempo que estuve observándoles, conviviendo con ellos, a uno de los individuos del clan se le ocurrió una idea para realizar y así intentar ayudar en el buen funcionamiento de su comunidad. El proyecto, en principio, parecía algo nimio, una ilusión pueril que, personalmente, hubiera deshechado sin pensarlo. Pero ocurrió algo interesante, el resto de miembros decidió llevar a cabo la empresa con la misma ilusión del que la propuso.

Me quedé siguiendo el proceso con mucho interés, a ver cómo se resolvía todo. A medida que iba pasando el tiempo, no cambié mi opinión original sobre esa idea. Ni siquiera viendo todo el proceso de realización. Pero ellos seguían con ilusión hacia adelante.
Pasado un tiempo, el que necesitaron para preparar todo y acabarlo, les llegó el momento de poner todo en práctica y ver el resultado final.

Si tuvo éxito o no y logró su objetivo es algo trivial en este relato. Lo interesante y lo importante fue ver que habían construido y dado vida a una idea. En cuanto vi el resultado, mi percepción de esa idea inicial no cambió sustancialmente. Los participantes quedaron contentos, felices en ese momento y el proyecto ya no parecía ridículo. Aquella idea tonta germinó y dio sus frutos. Fue justo ahí cuando me di cuenta de todo. Y es que sólo unas pocas ideas suenan magníficas al proponerlas, al presentarlas en el papel. Lo que realmente cuenta es la materialización, el resultado final. Es ahí cuando ves que el mundo se mueve por ideas absurdas que luego se convierten en mariposas que nos hacen admirarlas y disfrutar de ellas.

No hay que cejar en el empeño de cumplir sueños. Nunca se sabe si un grano de arena puede formar parte sustancial de un rascacielos.

De aquel viaje saqué otras vivencias interesantes que relataré en otra ocasión...