miércoles, 28 de abril de 2010

Dentro de un cajón.

Abrió el cajón, como cada día y rebuscó un poco hasta encontrar lo que necesitaba en ese momento. Era una tarea cotidiana que no suponía contratiempo alguno. Hasta que lo supuso. Nada hacía presagiar que al remover los objetos que contenía aquel cajón, apareciera algo que había guardado en el fondo confinándolo al olvido, algo con un gran significado y que hasta ese entonces no había aparecido de nuevo.

Ya era tarde, lo había visto. Un escalofrío le recorrió la espalda. Respiró hondo, lo cogió y lo mantuvo en sus manos. Lo miró con nostalgia. Aquello formó parte de su vida y tenía un significado importante. A pesar del tiempo, aún lo sentía latir, lo sentía vivo como si hubiera sido ayer cuando su luz y su utilidad le ayudara a caminar por la vida.

Se mordió suavemente el labio inferior en señal de enfado propio por haberlo encontrado, aún sin querer.
Pensó en guardarlo de nuevo rápidamente en el fondo, recoger lo que necesitaba y regresar con su vida normal que esperaba en la habitación contigua.

Continuó unos minutos más mirándolo, preguntándose qué le hizo guardarlo ahí en lugar de desprenderse de ello totalmente. No brotaron lágrimas, ni remordimientos pero tampoco intención de colocarlo en el lugar donde había estado durante mucho tiempo.
Cuanto más lo miraba, el sentimiento de melancolía daba paso poco a poco a la indiferencia. Pero no una indiferencia total. Porque el significado seguía presente, y la historia no se puede borrar.

Un impulso le decía que apretara ese objeto contra su pecho, como queriendo que las cosas volvieran a ser como antes. Pero no lo hizo. Volvió a guardarlo en el cajón. Irremediablemente, durante un tiempo, se acordaría que esta ahí. Pero confiaba en que lo olvidaría y no pensara en ello al volver a abrir el cajón.

Recogió lo que había ido a buscar, se levantó mirando hacia el mueble, hinchó su pecho de aire y salió de la habitación. Y es que la vida sigue... y la vida simplemente es eso... es vivirla.

lunes, 12 de abril de 2010

Going through the motions.

Llegó a su destino y aparcó el coche a un lado de la estrecha carretera. Bajó y se adentró en la espesura del pequeño bosque. Enseguida se dio cuenta que aquello era una suerte de paraíso en medio de la rutina.

El riachuelo transportaba el agua de manera sosegada, sin prisas pero avanzando firme. Llevaba consigo una humedad que se impregnaba en las hojas de la vegetación colindante y se condensaba en forma de gotas que caían al simple roce de la rama.

Los pájaros formaban parte del ambiente con sus trinos y gorgojeos. Pero los coches que de vez en cuando pasaban por la carretera recordaban que el mundo seguía ahí, acechando y vigilando.

A pesar de todo, ese rincón también era parte de la realidad. Una realidad que le embaucó y le obligó a recordar sus días pasados de juventud.
Cerró los ojos y se dejó llevar por la magia del lugar. La corriente de agua, los pájaros, la naturaleza, todo en comunión hizo que su mente recordara sus viajes a través de otros mundos, otras dimensiones. Aventuras más allá de las estrellas, donde la mente fuera capaz de transportarle.
Recordó a su compañera de periplos y los lugares que visitaron juntos, unidos por la amistad y la inocencia. Las experiencias vividas y los amigos que les acompañaban en aquellas maravillosas andanzas. La lucha del bien contra el mal, superando pruebas y vicisitudes que jamás creería nadie. Historias que no podían compartir más que con ellos mismos. Detrás de la realidad había mucho más de lo que ninguna persona podía ver, y ellos estuvieron allí.

En algún momento de sus vidas, lo material, lo tangible, la existencia real, hizo acto de presencia para quedarse. Detuvo en seco esas aventuras seccionando el nudo que tenían con las estrellas. Atrás se quedó todo... tocaba despertar y enfrentarse a algo más duro que terribles enemigos todopoderosos, grandes guerreros con espadas o malvados hechiceros. Tenían que mirar cara a cara a la vida.

Abrió los ojos apesadumbrado. Hacía años que no recordaba esos momentos. La naturaleza que le rodeaba le sirvió de apoyo para recobrar poco a poco el sentido de la realidad. Poco quedaba ya de esa juventud. Como si la madurez fuera una enfermedad que hacía que aquellos años quedaran tan lejos que fueran casi inalcanzables hasta por la memoria.

Caminó hasta la carretera, abrió el coche y una vez dentro fue como si el golpe de la puerta al cerrarse fuera un fundido en negro. La magia de la naturaleza quedó atrás. Quizás algún día se daría cuenta que a pesar del aparente olvido, las vivencias formaban parte de él, de su persona, de su carácter, y eso está marcado de por vida.